20/7/19

¡Qué coñazo!

¡Qué coñazo!
No puedo dormir.
¿Me quedaré dormido?
¿Sonará el despertador?
¿Se me ha olvidado meter algo en el equipaje?
Me duermo.
Suena la alarma.
La apago, me levanto y voy directo a la ducha.
Me afeito y visto.
Termino de preparar el neceser.
Reviso que todo esté en la maleta.
Cojo el coche y conduzco a la estación de tren.
Viene con 10 minutos de retraso.
¿Perderé el vuelo?
Llego justo para facturar.
No encuentro mi DNI.
Aparece en el fondo de mi mochila.
Paso por el control.
El scanner pita y me registran.
Registran mi equipaje de mano.
No me opongo pero me quejo.
Mi vuelo se retrasa media hora.
Quiero fumar.
Voy al área para fumadores.
Justo cuando enciendo mi cigarrillo, avisan para el embarque.
En el vuelo un niño no para de llorar.
La azafata anuncia que no se servirán bebidas alcohólicas.
Llego a mi destino.
Mi maleta sale la última.
Llego a mi hotel.
Me dan una habitación sin vistas al mar y sí al parking.
¡Qué coñazo!
Pero mírame ahora, tirado en una playa en Cuba, bebiéndome un mojito y escuchando las olas romper.
Todo esto compensa y me hace olvidar los “encantos” del viajar.
Para poder disfrutar de este paraíso creo que he pagado el precio.
Llevo horas quejándome para alcanzar lo que ansiaba y ahora disfruto.
Para valorar la presencia del vivir, hay que valorar la ausencia del viajar.
#HistoriasDeViajes

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